It's just another song

Se que llevo mucho tiempo sin subir nada, no he tenido mucho tiempo estos últimos meses. Quiero despedir el año con un relato dedicado a esa persona tan especial a la que quiero tanto. Y espero escribir más el año que viene.


- ¿De verdad los has hecho tú? ¿La masa y todo?
- Claro que si, si es muy fácil.
La verdad era que me había tirado toda la tarde intentando hacer los crêpes, si no se me pegaban se me quemaban y si no se quedaban tan arrugados que parecían tortillas. Pero al final había conseguido unos cuantos decentes y ahora me encontraba comiéndolos con ella en mi casa.
- Pues me tienes que enseñar a hacerlos porque están buenísimos- dijo mientras se echaba mermelada en uno de ellos.
- Están mejor con chocolate- dije con burla y le puse una buena cantidad al mío.
- No, que me salen granos. Y tú deberías hacer lo mismo- dijo sacando la lengua.
- Bah, un poco no hace daño a nadie.
- Está bien… pásame la Nutella.
- No, que te salen granos- respondí riéndome.
- Já já, trae aquí.
Se levantó con intención de quitarme el bote de las manos pero yo fui más rápido y cogiendo un poco con el dedo le dije:
-Vale, toma- y le llené la nariz y la boca de chocolate.
-¡Serás…!- dijo cogiendo la mermelada.
- Eh, quieta ahí, odio la mermelada, me da asco.
- Pues entonces dame la Nutella.
Se lanzó sobre mí, sentándose en mi regazo,  y me quitó el bote, cogió una buena cantidad y me la estampó en la cara.
- Hmmm, qué rico- me lamí los labios- quiero más- dije, y me acerqué a ella que se había limpiado con una servilleta la nariz y aún le quedaban restos en los labios. Se los limpié con los míos y luego estuvimos besándonos un tiempo más. Finalmente ella se separó de mi y me susurró al oído:
- Tenías razón, con chocolate no está nada mal…
    Al cabo de una hora la cocina estaba recogida y nos encontrábamos tumbados en el sofá viendo una película. Sus dedos acariciaban mi pelo y yo estaba tan relajado que podría haberme dormido. La película acabó y yo propuse poner otra.
-Pero, ¿cuándo vienen tus padres?- preguntó.
-Llegan mañana, si quieres puedes quedarte a dormir, llama a tus padres y diles que estás donde una amiga.
-Vale, pero luego. Aún no tengo que estar en casa.
-Ok, ¿qué hacemos ahora?
-Como te acabo de decir, podemos poner otra peli.
-Se me ocurre algo mejor- y me atrajo hacia sí.
Al entrar en contacto nuestras bocas todo adormilamiento que pudiera tener desapareció y pude sentir la electricidad que ella me provocaba. Junté nuestros cuerpos al máximo y pude sentir que su respiración se aceleraba mientras mi mano acariciaba su vientre.
Entonces me dejé llevar por la excitación y probé a ir un poco más abajo. Noté cómo su cuerpo se tensaba pero sin dejar de besarme. Entonces seguí bajando suavemente  hasta que sus manos me detuvieron.
-¿Por qué no?- dije- ya llevamos mucho tiempo juntos. Es un momento perfecto para hacerlo por primera vez.
Mis emociones se habían disparado así que lo volví a intentar pero ella me volvió a detener.
- He dicho que no cariño, hoy no. No puedo. Necesito más… tiempo.
Me quité de encima suyo y me senté en el sofá. Ella percibió mi cara de frustración y cogiendo el abrigo añadió.
- Será mejor que me vaya. Lo siento de verdad. Mañana hablamos.

    La puerta se cerró y cuando pude pensar un poco más en frío empecé a sentirme mal. Por insistir y por haber dejado que se fuera. Tenía que haberla dicho que no pasaba nada, que esperaría hasta que ella dijera. Pero no lo hice, tal vez porque me había cansado de esperar o tal vez porque pensaba que hoy era el mejor momento para algo tan especial…

    Decidí no dar más vueltas al asunto y me di una ducha de agua fría para despejarme. Pero justo cuando me estaba secando el timbre sonó. ¡Qué raro! Si son las once de la noche. Me puse unos pantalones y una camiseta y fui a abrir.
Era ella. Justo cuándo iba a preguntarla que qué hacía allí ella recortó la distancia que nos separaba y me beso. Luego cerró la puerta y dijo.
- He estado pensando y creo que tienes razón. Te quiero y sé que tú también a mí. ¿Por qué seguir esperando y retrasando algo que tarde o temprano tiene que pasar? He llamado a mis padres y les he dicho que duermo con…
- Escucha amor… -la interrumpí- que no pasa nada, de verdad. Yo esperaré hasta que tú me dig… - pero sus labios silenciaron mis palabras.
Me condujo hasta mi habitación y me tiró sobre la cama. Se despojó de su abrigo y camiseta y luego se tumbó sobre mí.
Emociones nuevas  se despertaban dentro de nosotros mientras terminábamos de quitarnos la ropa. Y cuando nuestros cuerpos desnudos entraron en contacto miles de chipas saltaron de nuestros corazones mandando dulces calambres por nuestras extremidades. Luego nos entregamos el uno al otro, disfrutando de ello y saboreando el dulce sabor del amor. Al principio con timidez e inexperiencia, luego con pasión y ternura.

    Cuando la luz del día se coló por la ventana y me despertó, me quedé observando su rostro dormido y abrazado a mí. Comencé a acariciarle la espalda con los dedos y luego ella abrió los ojos.
Me miró y sonrió. Un vínculo muy especial se acaba de crear entre nosotros.
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Este relato no me gusta nada. Sinceramente, lo odio. Pero lo tenía en mi ordenador desde verano y dado que llevo mucho tiempo sin subir nada he decidido publicarlo. Espero que a vosotros sí os guste...

La noche está llegando a su momento más oscuro. En el cielo que se extiende sobre el pequeño cementerio la luna es apenas perceptible entre la gran aglomeración de nubes pero la poca luz que se filtra rebota en el blanco de las tumbas que proyectan siniestras sombras en el frío y descuidado suelo de piedras y barro.


No me gusta este sitio y me está empezando a impacientar. Verónica se retrasa. Verónica... pienso, y la imagen de aquella joven pelirroja de ojos oscuros penetra en mi mente. Mi única amiga aquí. No especialmente guapa y de carácter muy raro, la única razón por la que la hago caso es debido a que no hay más gente de mi edad en este marginado pueblo.

Verónica es una adolescente marginada social y obsesionada con los relatos de muertos y vampiros, una freak, si, esa es la palabra. Lo peor es que ella realmente se cree todo aquello y no para de contarme historias sobre pueblos remotos y leyendas de fantasmas. Un día le dio por decir que se iba a dedicar a cazar vampiros, no pude contener la risa; una pirada, eso es lo que es. Una puta pirada... pobrecilla. Varias veces he pensado en dejarla pero es que yo se que en el fondo es buena persona y me cae bien, que es lo importante. Así que... ¿qué más da que se dedique a profanar tumbas y cazar muertos? Nadie es perfecto...


Lo que pasa es que últimamente está más rara de lo normal, que ya es decir. Me evita y se puede pasar días sin hablarme. Y si me habla es con grosería. Por eso cuando ayer vino a mi después de clase y me dijo que quería quedar conmigo en este cementerio me lo pensé dos veces y al principio negué con cierto recelo. Yo creo que fue la mirada que me dedicó de por favor y la manera en que me dijo ‘Es importante…’ lo que me hizo aceptar. Y aquí estoy. En el frío de la noche de invierno esperando. Preguntándome qué querrá mientras me dedico a leer los nombres de los allí enterrados. 


Al cabo de unos minutos percibo una silueta que se abre camino hacia mi entre los sepulcros. La  oscuridad oculta su cara pero sé perfectamente que es ella y observo su peculiar forma de andar mientras me saluda con la mano cuando se detiene a pocos metros de mi. Intento acercarme a ella pero me rehuye.
-¿Qué te pasa?-  pregunto extrañado.
-No te acerques.- su voz es demasiado cortante.
-¿Pero qué…?
Avanzo varios pasos hacia ella pero retrocede.
-Verónica, ¿me vas a decir ya lo que te pasa? Me estás asustando…
Extiendo la mano con la intención de agarrar la suya pero echa a correr. No tengo más remedio que seguirla entre los nichos de tumbas. Se detiene frente a una con un gran crucifijo de hierro  y durante un segundo se gira para mirarme. Yo me detengo y camino hacia ella muy despacio. Entonces una sonrisa diabólica se dibuja en su cara y con ambas manos arranca la pesada cruz del sepulcro para después alzarla hacia mi. 
-¡Como te acerques te rompo la cabeza con esto!
-¿Pero qué estás diciendo? Por favor Verónica…
Está a pocos pasos de mí así que estiro el brazo y con un movimiento rápido provoco que la figura le caiga de las manos. Retrocede horrorizada.
-Verónica ¡Ya está bien!- digo mientras corro hacia ella y la agarro del brazo- Ahora mismo me vas a decir a qué viene todo esto.
Ella intenta soltarse pero la tengo fuertemente agarrado. Entonces me escupe en la cara.
-¡Sueltame! Se lo que has hecho.
Silencio.
-¡Que me sueltes sucio asesino!
Aquello me deja anonadado.  Aflojo la mano y le suelto el brazo.
-Si, no me mires así. ¿Qué te crees? ¿Qué no te pillaría? Llevo observándote mucho tiempo. Una noche te seguí y vi cómo violabas a esa chica. Aquella que desapareció el día siguiente.
-¡No la estaba violando! ¿No sabes lo que es follar?- pronuncié la palabra con picardía. En sus 19 años Verónica jamás había estado con un chico.
-¿Y cómo explicas su desaparición?
-Mira Verónica. Deja de decir sandeces. Aquella chica no ha desaparecido, se ha fugado. Y yo no soy nadie para explicar sus motivos.
- Sé que fuiste tú… Estoy convencido de que la mataste.
-Si, y luego me bebí su sangre ¿no? ¿Acaso ahora piensas que soy un vampiro o algo de eso?
Ella no contesta si no que aprovecha su liberación para echar a correr. Esta vez no voy detrás de ella. Sus palabras me han golpeado como puñetazos de hielo. ¿Me siguió? Sé que es verdad que me pareció oír algo pero pensé que era un animal. Lo peor de todo es que como le dijera algo a la policía estaba perdido. Fue entonces cuando reacciono y echo a correr detrás de ella. Pero no consigo avistar su roja cabellera por ningún lado. Seguramente ya ha atravesado la puerta y ahora se halla corriendo colina abajo. Pero en ese caso… ¿para qué me ha hecho venir hasta aquí? ¿Solo para decirme eso? ¿Se habrá dado cuenta de que yo no había sido? No, está demasiado loca para eso… ‘¡Loca!’ grito a la oscuridad, mientras sigo avanzando. Entro en el último pasillo del cementerio y estoy a punto de llegar a la entrada cuando una figura sale de detrás de una tumba para embestirme. No me da tiempo a reaccionar, solo lo suficiente para ver como Verónica salta sobre mí con una navaja en la mano. Noto un dolor punzante en la espalda y luego la sangre brotar. Otra más, otra más… la última es tan profunda que se me clava en el corazón y entonces caigo de bruces contra la fría grava.
Mi cuerpo está inerte en el suelo y un charco de sangre alrededor. Verónica a mi lado grita:
-Ahí te pudras ¡cabrón! Nunca más violarás a ninguna chica. Y  por lo tanto, jamás podrás hacerme daño a mí. Si, te traje aquí por eso. Sé que planeabas hacerme algo. Y hará no podrás hacerlo…
La chica chilla todo esto mientras me sigue clavando el cuchillo en diversas partes de mi cuerpo. Cuando me declara definitivamente muerto arroja el arma contra una lápida y comienza a caminar como si nada hubiera sucedido, con una sonrisa en los labios. Entonces oye un ruido detrás de ella que le deja de piedra mientras se gira para contemplar como yo, poco a poco, he logrado incorporarme. Todo mi cuerpo está cubierto de sangre y tierra y me limpio la cara con una manga.
Verónica sigue petrificada, lívida. Parece la figura de mármol de una tumba. Tras unos segundos logra balbucear algo parecido a un ‘¿Qué?’. La pobre está tan asustada que no puede ni moverse.
 Me río. Una carcajada que retumba en cada rincón del camposanto como la risa del diablo.
-¡Loca! ¿Tú no sabes que a lo que está muerto no se le puede matar dos veces? Deberías haberlo leído en uno de tus libros…
Sonrío, pero después mi expresión se transforma en furia. Hasta para alguien muerto que le claven un cuchillo tan repetidas veces puede ser doloroso. Y estoy enfadado con Verónica.
-Lo que has hecho no está nada bien…
-Entonces eres… un… - dice con la voz entrecortada.
- ¿Es que hay que ponerle título a todo? Soy lo que soy y punto.
Esta chica me saca de quicio. Me acerco a la lápida donde reposa la navaja y entonces me echo otra vez a reír.
-Parece que lo has hecho a posta, tía. Y además pareces gilipollas. O eso… o ciega. ¿Quieres por favor acercarte y leer lo que pone aquí?- digo mientras señalo la losa.
Se acerca temblando lo suficiente para leer la inscripción. El horror se vuelve a dibujar en su cara mientras lee mi nombre.
-Te contaría mi historia pero no me apetece. Dejémoslo en lo de siempre: tengo muchos años, otra persona me hizo esto, etc, etc… sabes de sobra todas estas cosas.
Salvo la distancia que me separa de ella y la agarro del pelo y tiro firmemente. Verónica grita de dolor.
-Me parece que eres la única viva aquí así que no tengo más remedio que matarte. Tengo hambre. Ah, y por cierto. No la violé antes de matarla. Se llama follar. Algo que nunca experimentarás.
Y con un rápido movimiento rompo su cuello y cae al suelo, muerta, ella sí. Lo lógico hubiera sido darle una muerte dolorosa y lenta, como venganza. Pero… tengo hambre.
Entonces me inclino sobre ella para beber su sangre.  ¿Era lógico, no?



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Este relato lo escribí un poco en coña, lo siento si hay palabras raras.



¡Negros designios nos acorralan. Salvo que la temida muerte les libere del pozo ulcerante del llanto del jinete!- cantaba el coro iniciando el ritual.


En el espacioso y lujoso salón resonaba lúgubre el eco.
Una lluvia roja cayó de las vísceras de los muertos colgadas del vientre de las lámparas, y el viento rompió los cristales de las grandes ventanas por las que se colaba la luz fría y plateada de la luna. Y el palacio de tránsito se estremeció y refulgió como en un festín nupcial.
La sangre burbujeaba en las copas de oro y cristal. Las vísceras aderezadas con purulenta y sulfurosa bilis adornaban las mesas.
Sobre la alfombra los cadáveres se amontonaban pálidos y apetitosos, mientras a su alrededor las criaturas nocturnas se congregaban dispuestas a darse un gaudeamus íntimo.
- ¿Comemos?- dijo uno de los jerarcas.
- Aún no- respondió el poderhabiente- faltan los entrantes. Están de camino.

Tras unos minutos las voces del coro se pararon de golpe y la habitación se sumió en un profundo silencio. Las puertas se abrieron y un gran número de bellas doncellas entraron luciendo rojas y transparentes túnicas insinuantes ante los ojos de tantos varones.
Entonces el portavoz se adelantó y alzando la voz dijo:
- Pero… ¡si no llevan nada en las manos!-
Y el gobernante enseñó los colmillos, y con voz queda respondió:
- Ellas son los aperitivos…
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Esta canción siempre me recuerda a ella. Aunque a ella no le guste esta cantante.




Me gusta tu sonrisa,
Me gusta tu ambiente,
Me gusta tu estilo,
Pero no es por eso por lo que te amo.
Y me gusta la forma en la que eres como una estrella,
Pero no es por eso por lo que te amo.

¿Sientes, me sientes, sientes lo que también siento?
¿Necesitas, me necesitas, me necesitas?

Eres tan hermosa.
Pero no es por eso por lo que te amo.
No estoy seguro de que sepas
que la razón por la que te amo eres tú.
Tú, sólo tú
Sí, la razón por la que te amo
Es por todo lo que hemos vivido
Y por eso te amo.


Lala, lalalala, lala, lalala

Me gusta la forma en que te portas mal,
Cuando nos desgastamos,
Pero no es por eso por lo que te amo.

Y en como mantienes la calma cuando estoy 'difícil'
Pero no es por eso por lo que te amo.

¿Sientes, me sientes, sientes lo que también siento?
¿Necesitas, me necesitas, me necesitas?

Eres tan hermosa.
Pero no es por eso por lo que te amo.
No estoy seguro de que sepas
que la razón por la que te amo eres tú.
Tú, sólo tú
Sí, la razón por la que te amo
Es por todo lo que hemos vivido
Y por eso te amo.


Siempre estaré aquí para ti.
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Tú respiración dormida me hace suspirar
abro los ojos y veo que no estás
'te echo de menos'- grito a la oscuridad
las lágrimas de mis ojos quien aflorar
recuerdo con tristeza cada beso que me das
y pienso en que no existo si aquí no estás.

Vuelvo a cerrar los ojos y apareces
con los dedos de mi mano recorro tus muñecas
quiero que me abraces y no me sueltes
quiero seguir así para siempre
y no tener que llorar hasta que aparezcas
no tener que esconder mi cara de tristeza.

Sentado en la hierba me encuentro
escuchando música, llorando tu recuerdo
deseando con fuerza que vengas aquí
solo de esa manera puedo sonreir.

Entonces oigo algo en la lejanía
una palabra, tan solo un sonido que se aproxima
eres tú,  pienso con euforia y cofusión
pero, ¿qué haces aquí? ¿cómo me has encotrado?
aunque eso ahora no importa, me levanto
corro hacia ti y te envuelvo entre mis brazos.

Tantas lágrimas derramadas
tantas palabras a la oscuridad
ahora puedo gritar que te quiero
pero no puedo, algo me detiene
eres tú, no vienes a decirme que me quieres
sino que en tu corazón ya no estoy
que otra persona vino y lo ocupó.

Mil cuchillos de hielo
mil navajas afiladas
nuevas lágrimas, gotas de dolor
nuevos gritos, gritos desgarrados
sueños rotos,  una vida destrozada
viniste como un huracán
y como tal te llevaste mi felicidad.

Te lo di todo, cada segundo de mi vida
cada pensamiento, emoción
¿para qué? Para nada
ya no creo en el amor, ya no creo en nada
solo quiero dormir, dormir y no despertar
o al menos hasta que alguien me venga a salvar.



Bueno, he de decir que es la primera vez en toda mi vida que escribo poesía, y que seguramente esté faltal la métrica y esas cosas. Pero me hacía ilusión.
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[...] Como estaba muy cansada y tenía prisa le ignoré, cuando llegué a casa me encontré a mi familia y la de Albert esperándome para cenar, avergonzada me senté sin atreverme a mirar a nadie, de repente mi madre estalló:


-¡Se puede saber porqué has llegado tan tarde!, me has tenido con el corazón en un puño.-dijo en un ataque de ira.
-Cariño, tranquilízate- dijo mi padre- tenemos invitados ¿recuerdas?- y señaló al padre y al hijo.
- No se preocupe, señora Morgan- dijo el padre de Albert- son cosas de críos, mi hijo era igual hasta que cumplió los 20.
- Eso Elizabeth, solo te falta madurar, todavía eres una cría- dijo el hijo intentándose burlar de mí. Estaba sentado a mi lado y ese comentario lo dijo tan bajo que nadie lo oyó, nadie excepto mi madre que nos contemplaba con cara preocupada.
- No creo que me haga falta tanto como a ti- le dije manteniendo la calma- me parece intolerable que con 22 años todavía no sepas valerte por ti mismo.
- Yo me valgo muy bien por mí mismo, si no estudio es porque quiero dedicarme a otras cosas, y he accedido a venir aquí sin que me obligaran.
- ¡Tú no has accedido a nada!- dije furiosa- has venido porque no tienes nada mejor que hacer, deberías tener tu propia vida y no depender de tu padre para todo.
- Creo que estás aturdida- replicó con chulería- deberías darte un baño de agua fría, a ver si te vuelve a funcionar el cerebro- rió entre dientes y con burla.- pero no te preocupes- se inclinó y dijo-  come y hablamos.

Comimos en silenció y después de los postres Albert se puso en pié:

- Quiero comunicaros una cosa- todo el mundo le miró impaciente- esta noche quiero pedirle a alguien muy especial su mano, si ustedes me lo permiten- dijo dirigiéndose a mis padres, luego se puso de rodillas y me formuló- desde el primer momento que vi tus ojos azules, supe que debías ser mi esposa. ¿quieres casarte conmigo?... o al menos se mi novia.

Jaja, ¡qué ironía! Este chico es un iluso ¡gilipollas!, se iba a enterar, cogí una jarra de agua y me situé de pie delante de él:

- ¡Oh! Eso es tan... ¡VOMITIVO! ¿Yo? ¿Tu novia? Antes salgo con el borracho del pueblo. Para jugar a las parejas te vas a tu mansión de cuatro pisos, ¡madura!, y a ver si se te pasa ya ese calentón- grité para que todos lo oyeran- pero no te preocupes, yo lo arreglaré- y dicho esto le tiré media jarra de agua helada por encima- ¿te sientes mejor?- pregunté con sarcasmo, no dejé que me respondiera y repliqué- no espera, no me lo digas, todavía te sientes…como decirlo…. ¿excitado? ¿Verdad?- y le arrojé el resto del agua.

Acto seguido me fui a mi habitación ignorando las caras horrorizadas de los presentes.

Fragmento de mi novela "Un príncipe negro"
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    Abrí la puerta sigilosamente y caminé por el pasillo intentando no hacer el menor ruido. Era de noche ( más de las cinco de la mañana) y todo estaba oscuro pero, lógicamente, me sabía mi casa de memoria, y no tuve ningún problema en llegar hasta mi destino. Giré el picaporte y entré en aquella habitación: la de invitados. Al principio todo estaba negro.
- Hola- susurró una voz desde alguna parte.
- Hola- contesté, esperando a que mis ojos se acostumbraran a la oscuridad. Cuando lo hicieron pude distinguir la habitación por dentro. A la izquierda, sentada entre las sábanas de una cama, estaba aquella joven sonriendo.
- ¿Qué haces aquí? Ya verás como te pillen tus padres- dijo.
- Es que... me desperté y no podía dormir y me sentía muy solo en mi habitación.
- Anda ven... - se tumbó y se arrimó hacia la pared para dejarme un hueco.

    Avancé hacia la cama y me metí con ella. La besé la mejilla y ella se abrazó a mí apoyando su cabeza en mi pecho.
- La verdad... es que yo tampoco podía dormir- dijo- gracias por venir.
La rodeé con mis brazos y la besé en la cabeza. A los seis minutos más o menos su respiración se volvió más fuerte y supuse que se había dormido. Poco después lo hice yo, y cuando me desperté una hora o dos más tarde seguíamos en la misma posición. Estaba empezando a amanecer y los primeros rayos de luz se colaban por las últimas rendijas de la persiana. Me quedé contemplando a aquella chica quien tenía la mano firmemente agarrada a mi camiseta y se revolvía levemente, me pregunté que estaría soñando. Al cabo de un rato abrió los ojos y al verme sonrió.
- Siempre quise despertarme y que fueras lo primero que viese- me acarició el cuello con las yemas de los dedos.
Le devolví la sonrisa.
- ¿Qué estabas soñando?
- Puff... no quieras saberlo. Sueños raros de los míos. Aunque... no me acuerdo de mucho.
- Desde luego no soñabas con nubes rosas y caramelos. Casi me desgarras el pijama para luego arrancarme la piel con las uñas.- me reí en silencio.
- Vaya, lo siento.
La acaricié la cabeza.
- No pasa nada. Y a la próxima vez, sueña con cosas normales y deja a los zombies y extraterrestres.
- Es que mis sueños son muy raros.
- Porque tú eres rara.- dije con una sonrisa burlona.
- Oye... no te pases.
Se separó de mi y se dio la vuelta. Me quedé contemplando su espalda y el pelo que caía sobre ella.
- Va cariño. Que es una broma.
Pegué mi cuerpo al suyo y comencé a besar su cuello. Se encogió sobre si misma.
- ¿Me perdonas?
Pasé mi brazo por su cintura. Tenía la camiseta ligeramente subida y mi mano se posó en su tripa desnuda.
- Supongo que tienes razón, soy rara. Pero bueno... que se le va a hacer.
- Rara es si tuvieras cuatro ojos y tres brazos...
- Anda deja de decir paridas, y no me metas mano- dijo pícaramente al sentir mis dedos.
- No te meto mano, te hago cosquillas- y acto seguido se las empecé a hacer.
Ella emitió un gritito y me las devolvió girándose y metiendo sus manos por mi camiseta. Primero por el abdomen y luego más arriba.
- Como sigas subiendo tendré que hacerte yo a ti lo mismo. Así estamos en paz.
- Jajajaja, que te lo has creído. ¡Oye tú, para!- dijo gritando pero sonriendo.
Con una mano le tapé la boca.
- Shh, que vas a despertar a mis padres.
- Pues entonces deja las manos quietas. Bueno no, mejor abrázame.
Enlancé mis piernas con las suyas y rodeé su cuerpo con un brazo, con el otro busqué su extremidad libre hasta que nuestros dedos se enlazaron.
- Cuando estamos separados, todas las noches sueño con poder vivir contigo momentos así.
- Yo también, y ojalá este momento no acabe nunca.
Entonces casi instintivamente nuestras cabezas se acercaron hasta que nuestras bocas se fundieron junto con nuestros acelerados corazones.
Fue un beso largo, dulce, lento... poco a poco fue aumentando de intensidad y nuestros cuerpos se movieron hasta fusionarse en posición horizontal, quedando yo arriba y disfrutando de su contacto.
Podríamos haber seguido así una enternidad pero un ruido procedente del pasillo provocó mi sobresalto. Me incorporé.
- Será mejor que me vaya, como me pillen aquí me la cargo pero bien.
- ¿Por qué? No estamos haciendo nada malo...
- Tú me entiendes.
Salí de la cama y me puse las zapatillas.
- Adiós cariño, me voy a mi habitación.
Cuando estaba a punto de salir ella me llamó.
- ¿Si?
- Te quiero- dijo, y mi voz se ablandó.
- Yo también... yo también.
Abrí la puerta y volví a recorrer la distancia hasta mi cuarto. Me recosté sobre la cama, justo un minuto antes de que entrara mi madre.
- Venga, ya es hora de levantarse. ¿Qué tal has dormido?
- Genial- respondí, y mi madre percibió la sonrisa de mis labios.
Salió de la habitación frunciendo el ceño.

Solté una risilla y me levanté, dispuesto a pasar un bonito día junto a mi novia.

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Bueno, después de estar mucho tiempo sin publicar nada en el blog (no he tenido tiempo) he decidido empezar a escribir una pequeña novela de suspense por capítulos. Aquí va el primero:


- Hey Daren, come!
- Espera un segundo Ray, tengo que terminar de montar esta cosa.
- Esto es precioso, vas a alucinar.
Coloqué las últimas cuerdas y levanté la tienda.
- Ya está, perfecto. ¿Ray?
- Estoy aquí, ven.
Seguí su voz en la oscuridad de la noche y llegué a un descampado. Unos metros más allá, al borde de un  acantilado estaba mi mejor amigo Ray. Ray y yo nos conocíamos desde primaria y además estudiábamos la misma carrera en la misma universidad. Habíamos venido a pasar juntos un fin de semana a la costa de Nueva Inglaterra, decidiendo acampar al aire libre en medio de un bosque situado a menos de 1 km de un pequeño pueblo de pescadores.
- ¿Has visto la altura qué hay desde aquí arriba, tío? ¿Qué crees que pasaría si saltamos? Hace un calor horrible y no me vendría mal un baño- dijo mientras se despojaba de su ropa. Me acerqué a él y miré hacia las negras aguas del mar.
- ¿Pero tú estás loco? Ahí abajo hay un montón de rocas afiladas. ¡Te matarías!
- Entonces vamos a buscar la forma de bajar hasta la playa, tengo ganas de meterme en el agua.
- De acuerdo, pero antes ponte un bañador. No estamos en una playa nudista.
- ¿Qué más da? Si aquí no hay nadie. Venga vamos.
Empezó a descender con cuidado a través de las rocas y no tuve más remedio que desnudarme yo también y seguirlo. Al cabo de unos minutos estábamos en el agua, salpicándonos y riéndonos.
- Hemos dejado todo arriba, espero que nadie venga a robarnos...
- Daren, tranquilo. En este pueblo solo viven viejos y a estas horas están en sus camitas. Son las dos de la mañana.
Seguimos un rato más jugando con las olas y luego nos sentamos en una roca a charlar.
- ¿Te apetece algo de beber?- le pregunté a mi amigo.
- Una cerveza no estaría mal, gracias.
- OK, ahora vuelvo.
Al cabo de media hora ya íbamos por la tercera botella cada uno. Me estaba empezando a doler la cabeza.
- Necesito un baño.
- Puedes mear en el mar, pero no te metas mucho, que no estás en condiciones y a ver si te vas a ahogar.
- Si, mamaaa...
- Lo digo en serio Ray.
- Está bien, está bien.
Cuando volvió noté un emoción rara en su rostro.
- ¿Te pasa algo?
- Verás Daren, eres tan buen amigo y te quiero tanto que no puedo ocultarte nada.
- ¿Qué pasa Ray?
- Me he tirado a tu novia.
- ¿¡Qué coño dices tío!? ¡Cuando!
- El viernes, en la fiesta de Paul.
- No me lo puedo creer...
En ese momento sentí unos deseos irrefrenables de estrangularlo. Pero el alcohol no me iba a ayudar a conseguirlo.
- Lo siento Daren, lo siento de verdad. Estaba borracho y ella se me insinuó.
- ¿Por eso me dejó verdad? ¡Me dijo que había conocido a alguien!
- Si, pero yo no quise estar con ella. Le dije que no podía hacerte esto.
No sabía que decir, estaba muy enfadado con él.
- Perdóname Daren, de verdad. No sabía lo que hacía, fue un error- una lágrima corrió por su cara.
- ¿Quieres otra cerveza?- es lo único que pude decir.
- Vale... - Ray estaba llorando.
Me levanté  y cogí otro par de botellas. Regresé junto a él y bebimos en silencio.
- Agradezco que me lo hayas dicho...- dije finalmente.
- ¿Eso significa que me perdonas..?
- Agradezco que me lo hayas dicho- continué- porque ahora sé la mierda de amigo que eres. Nunca pensé que serías capaz de algo así.
- Joder Daren, tienes que creerme, no fue culpa mía, no estaba consciente. Perdóname, eres mi mejor amigo y no soportaría perderte...
- Quiero estar solo.
- Daren...
- ¡Vete!
Se fue y me quedé solo, bebiendo, o eso creo...

    El ruido de las gaviotas me despertó varias horas más tarde. Estaba vestido y tumbado en la hierba a unos metros de la entrada de la tienda de campaña. Me di cuenta de que no recordaba nada desde que Ray me dejara solo, absolutamente nada. Me incorporé, tenía una resaca increíble, mi cabeza estaba a punto de estallar. Miré alrededor en busca de mi amigo pero a simple vista no lo vi. Miré dentro de la tienda de campaña, todas sus cosas estaban allí. Sentí alivio, al menos no me había abandonado.
   Quería perdonarlo, sentía que nuestra amistad podía con todo y había decidido que le creía, sé que Ray nunca hubiera hecho algo así conscientemente.
    Anduve como pude hacia el descampado mientras gritaba su nombre pero no lo localizaba por ningún lado. Entonces miré hacia la roca donde Ray había dejado su ropa anoche y... allí estaban. Cogí los vaqueros y la camiseta negra mientras seguía llamándolo, ahora con preocupación. Me asomé por el acantilado y me empecé a temer lo peor al ver unas manchas rojas en una roca unos metros más abajo. ¿Y si se había tirado? Habíamos bebido mucho y él pensaba que no lo iba a perdonar, soy lo único que tiene en este mundo... No, no quería pensar eso. Mi amigo debía estar en algún lado, pero... ¿sin ropa? Algo le tenía que haber pasado. Empecé a temblar.

    Seguí buscándolo durante una media hora más pero ni rastro de mi amigo. Que se lo hubiera tragado el mar era la explicación más lógica pero simplemente no quería creerlo, no quería... No pude aguantar más y sentado en una roca empecé a llorar.
- ¿Estás bien?- dijo una voz a mis espaldas.
Me giré para encontrarme con los ojos azules de una chica pelirroja y sonriente. Llevaba en brazos un perro blanco como la nieve.
- Paseaba a mi perro y te he visto de lejos, solo quería saber si estabas bien...
- ¿Quién eres?- dije secándome las lágrimas.
- Me llamo Mía, mi padre es pescador. Vivo en el pueblo. ¿Y tú?
- Soy Daren - la voz me temblaba- he venido a acampar con mi mejor amigo... y... ha... desaparecido.
Le conté toda la historia, Mía estaba horrorizada.
- No te preocupes Daren. Ahora mismo mando a mi padre a realizar una inspección, si tu amigo se ha ahogado el cuerpo tiene que estar en algún lado. ¿Quieres venir a mi casa? Te puedo dar algo de comer mientras esperamos noticias.
- No gracias, prefiero quedarme aquí.
- Insisto, ¿o es que no te fías de mi?
- Está bien... pero espera un minuto mientras recojo todo.
Desmonté la tienda y metí las cosas (incluídas las de Ray) en el maletero de mi coche. Hallé a Mía apoyada sobre un árbol. Hablaba por teléfono, debía de estar avisando a su padre. No oí la conversación pero cuando colgó me acerqué a ella.
- ¿Y qué pasa si Ray aparece por aquí y ve que no estoy?
- Acabo de hablar con mi padre, dice que ahora mismo cogen el barco y marchan. También me ha dicho que va a llamar a la policía para que venga a investigar por aquí. Tranquilo Daren, no hay nada que puedas hacer, o mi padre o la policía lo encontrará. Se que lo tienes que estar pasando muy mal.
Me abrazó, al principio me mostré un poco hostil pero acabé devolviéndole el abrazo.
- ¿Vamos?- me dijo.
- OK, te llevo en el coche. Indícame el camino.

   Atravesamos el bosque hasta llegar al pequeño pueblo de pescadores, todas las casas eran de madera y más bien pequeñas, todas... excepto una.
- Esa de allí es mi humilde morada- dijo la chica con una sonrisa en los labios.
Era una gran mansión de piedra colocada sobre una pequeña colina. El camino que accedía hasta el pie del cerro estaba rodeado de preciosos árboles típicos de la zona y una verja de hierro bloqueaba la entrada.
- Este pueblo es un coñazo- comentó mientras aparcábamos- no hay nadie de mi edad.
- ¿Y porqué vives aquí?
- Puff... - Mía hizo ademán de responder pero una voz a nuestras espaldas la interrumpió.
- Mía, ¿qué haces? ¿Y quién es él?
Me giré, un chico de ojos verdes me señalaba con un dedo y una expresión hostil. Parecía sacado de una revista de moda pero no era ni la mitad de guapo que Mía.
- Daren, este es Edison. Es...
- Soy su novio.
Algo en mi interior rugió. No conocía a Mía pero no me gustaba la idea de que tuviera novio ¿Quién sabe lo que podría pasar en un futuro?
Para mi sorpresa Mía comenzó a reir.
- No le hagas caso- dijo- es el bobo de mi hermano.
- Querrás decir el guapo de tu hermano- dijo el otro burlón, una leve sonrisa cruzó su cara pero se borró en seguida y me miró- y tú eres...
- Me llamo Daren- le estreché la mano.
- ¿Y qué haces aquí? ¿Ligarte a mi hermanita?
- Oh Ed, no seas grosero por Dios- dijo mientras se lo llevaba al otro lado del coche pero yo lo oía todo- el pobre lo ha pasado muy mal, luego te cuento. Coge a Chispa y vete a casa.
El joven sacó al perro del coche y lo tomó en brazos. Oí como le decía algo más a su hermana.
- Por cierto... ¿no crees que es un poco feo para ti?
- ¡Edison joder! Te he dicho que lo dejes ya- le soltó un puñetazo en las costillas- y además es muy guapo. -añadió mientras le daba la espalda.
El chico suspiró con los ojos en blanco y se metió en la casa.
Mía vino a mí.
- Vamos- dijo- ven conmigo, te enseñaré la casa.
Mire por última vez hacia el bosque, desde la colina se veía el acantilado donde Ray... había desaparecido. Las lágrimas luchaban por salir, ya le echaba mucho de menos.
- No te preocupes de verdad darling- la chica posó una mano en mi hombro- lo encontrarán.
Pero lo que yo temía era que estuviera muerto. Solté un gemido de pena, me aparté el pelo negro de la cara y dejé que ella me agarrara del brazo.
Entonces noté un dolor insoportable. Me arremanqué la sudadera, un profundo corte se iniciaba en la muñeca y continuaba hasta el antebrazo.
Mía abrió mucho los ojos con una expresión de terror.
- ¡Cómo te has hecho eso! ¿Y no lo notabas?
- La respuesta es 'no se' a lo primero y 'no' a lo segundo.
- No tiene buena pinta, mi madre es enfermera, te lo curará.
Entramos en la casa.

A poco más de 1 Km de allí un hombre paseaba por el acantilado, al llegar a lo alto algo reluciente entre unos matorrales  más abajo le llamó la atención. Bajó hasta allí y agarró el objeto con cuidado. Se trataba de un puñal... y estaba cubierto de sangre.
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Una mañana en Highgate.
En el Cementerio Este,
Karl Marx está durmiendo,
Su manta, la niebla,

Camino con el sentimiento
De que no estoy sola,
Tu lápida es un imán
Que hace que me incline,

Sé que naciste en
Mil novecientos sesenta y uno.
Mil novecientos ochenta y seis
Fue el año en el que moriste

Sobre estos ocho números,
Tu nombre me hace estremecer.
Leo una inscripción:
«Esa luna esta dormida…».

Ven, hermana Mandy Moon.
Tu pálida luz me muestra cómo hacer realidad mis sueños.
Soy tu amiga.
La vida es demasiado larga
Más allá de la muerte.

Me tatuaré tu nombre en azul.
Mi piel blanca será para ti.
Cada día,
Cada noche,
Brillarás para siempre.

Alexia.

Retrum 2 (Lanzamiento 17 de Mayo)
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- ¿Quieres más pasta?- pregunté.
- No.
- De acuerdo.
Observé su rostro, ella estaba mirando el suelo con el semblante serio. Apenas había probado bocado de la cena que le había preparado y sus ojos reflejaban tristeza.
- Tienes que comer algo- insistí.
- No tengo hambre.
Retiré la fuente de comida y la puse sobre la encimera. Me volví a sentar. Ella pinchaba con desgana un macarrón y se lo llevaba a la boca lentamente, cuando acabó soltó el tenedor.
- Ya está, no quiero más. Me voy a dormir.
Se levantó y desapareció por la puerta conteniendo las lágrimas. yo me quedé ahí, parado, viéndola sufrir. Pero... no había nada que pudiera hacer. Todo llevaba su tiempo y seguro que se le acababa pasando, solo tenía que tener paciencia.
En silencio recogí la mesa y fregué los platos. No paraba de pensar en ella, no soportaba verla así. Acababa de perder su trabajo y estaba hecha polvo. Yo quería animarla pero no quería agobiarla, no, sé que quería estar sola.
Coloqué el último plato en sus sitio y miré por la ventana. Era de noche y no había nadie por la calle. Un gato solitario pasaba por delante de la casa y me miró con sus ojos amarillos relucientes en la oscuridad...

    De pronto unos brazos me rodearon por detrás, era ella.
- ¿No te ibas a dormir?- dije mientras me giraba. Sus ojos aún parecía tristes.
- Perdóname- dijo susurrando.
- ¿Por qué? La que me tiene que perdonar eres tú, sé que lo estás pasando muy mal y yo no sé que hacer para animarte.
- Perdóname- repitió- He estado dándole vueltas a algo que no tiene remedio y no me he dado cuenta del día que es hoy.
Sonreí, hoy era nuestro aniversario.
- Bah, hay muchos días como hoy, tranquila. Venga, vete a dormir, necesitas descansar. Ya lo celebraremos mañana.
Me devolvió levemente la sonrisa y se puso de puntillas para besarme.
De repente sonó el teléfono, ella alargó el brazo y contestó.
- ¿Diga? Ah hola Amanda.
Con el ceño fruncido observé cómo a medida que hablaba su cara se iba encendiendo, sin duda su ex-compañera de trabajo traía buenas noticias.
Cuando colgó parecía eufórica.
- ¿Qué ha pasado?- pregunté.
- ¡No te lo vas a creer!- dijo- era Amanda, me ha dicho que ha conseguido que me vuelvan a readmitir, al parecer todo fue un malentendido, y el jefe se ha dado cuenta de ello... bueno, el caso es que mañana quiere verme allí a primera hora, me pedirá disculpas y.... ¡Dios, no me lo puedo creer! Aunque... eso demuestra que son unos inmaduros porque me lo han hecho pasar fatal... ¡qué coño digo! ¡A la porra los principios! ¡Me van a readmitir y punto! Qué feliz soy...
- Ves cariño, tanto preocuparte para nada...
- Lo sé, han sido unos días malos pero es que... ya sabes que soy así. Todo me afecta, cualquier cosa me somete a una puta profunda depresión. Además se me ha olvidado lo importante que era para nosotros este día... Joder, lo siento lo siento lo siento lo siento...
Le puse un dedo en los labios.
- Déjalo ya, no pasa nada. Te perdono... pero solo si dejas de decir palabrotas- le guiñé un ojo.
- Bueno- dijo- aún estamos a tiempo de celebrarlo ¿no?.
Cogió una botella de vino y sirvió dos copas.
- ¿Celebrar el qué?- dije sonriendo- tu vuelta al trabajo o nuestro aniversario.
- Celebremos... que eres lo mejor que me ha pasado en mi vida.
- Te amo- susurré y apuré mi copa de vino hasta el final.
- Yo también.
Dejó su copa sobre la encimera y me rodeó con los brazos.
- Gracias por estar ahí en los momentos duros. Gracias... por todo.
Me besó y yo la besé. Después metió su mano por mi camiseta y me acarició el torso.
Me deshice de la camiseta y la cogí en brazos. La coloqué sobre la encimera y la volví a besar, una y otra vez. Podríamos haber seguido así toda la noche...
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Para los que no hayáis leído este milagro de la literatura os voy a contar primero mi pequeño resumen de la obra:

Calisto es un joven de noble linaje que un día se enamora de una joven de su misma condición llamada Melibea quien a primeras le rechaza. 
Entonces Calisto pide ayuda ha su criado Sempronio quien le manda acudir a una vieja alcahueta llamada Celestina. Ésta le promete el amor de Melibea a cambio de una cadena de oro y entre Celestina, Pármeno (otro criado de Calisto) y Sempronio, consiguen que Melibea se enamore del joven.


A esto que Calisto le entrega la cadena prometida a la vieja junto con una bolsa de monedas, la mujer decide quedarse todo el oro y a los criados les ofrece dos de la prostitutas de su burdel. Pero Sempronio y Pármeno no quieren conformarse con las jovencitas y acuden a casa de Celestina para cobrar parte de la recompensa. Como esta se niega a darles nada los criados la matan y luego son ahorcados por el rey para hacer justicia de su crimen.


Elicia y Areúsa (que así se llamaban las prostitutas) quieren vengarse de Calisto por que creen que por culpa de su tonto enamoramiento se han muerto sus amados. Entonces idean un plan.


Por otro lado Calisto y Melibea viven su amor en secreto y el chico va a visitarla a su huerto subiendo por una gran escalera. Hasta que un día están los 2 entregándose al amor cuando Calisto oye un ruido, baja corriendo la escalera, tropieza y cae. Muere.


Entonces Melibea quien estaba enamoradísima de Calisto decide que no quiere seguir viviendo, y tras pronunciar a su padre mi monólogo favorito (que es el que voy a poner a continuación) se suicida.



MELIBEA.- Padre mío, no pugnes ni trabajes por venir adonde yo estoy, que estorbarás la presente habla que te quiero hacer. Lastimado serás brevemente con la muerte de tu única hija. Mi fin es llegado, llegado es mi descanso y tu pasión, llegado es mi alivio y tu pena, llegada es mi acompañada hora y tu tiempo de soledad. No habrás, honrado padre, menester instrumentos para aplacar mi dolor, sino campanas para sepultar mi cuerpo. Si me escuchas sin lágrimas oirás la causa desesperada de mi forzada y alegre partida. No la interrumpas con lloro ni palabras, si no, quedarás más quejoso en no saber por qué me mato que doloroso por verme muerta. Ninguna cosa me preguntes ni respondas más de lo que de mi grado decirte quisiere. Porque, cuando el corazón está embargado de pasión, están cerrados los oídos al consejo y, en tal tiempo, las fructuosas palabras, en lugar de amansar, acrecientan la saña. Oye, padre mío, mis últimas palabras y si, como yo espero, las recibes, no culparás mi yerro. Bien ves y oyes este triste y doloroso sentimiento que toda la ciudad hace. ¿Bien oyes este clamor de campanas, este alarido de gentes, este aullido de canes, este estrépito de armas? De todo esto fui yo causa. Yo cubrí de luto y jergas en este día cuasi la mayor parte de la ciudadana caballería; yo dejé muchos sirvientes descubiertos de señor; yo quité muchas raciones y limosnas a pobres y envergonzantes. Yo fui ocasión que los muertos tuviesen compañía del más acabado hombre que en gracia nació. Yo quité a los vivos el dechado de gentileza, de invenciones galanas, de atavíos y bordaduras, de habla, de andar, de cortesía, de virtud. Yo fui causa que la tierra goce sin tiempo el más noble cuerpo y más fresca juventud que al mundo era en nuestra edad criada. Y porque estarás espantado con el son de mis no acostumbrados delitos, te quiero más aclarar el hecho. Muchos días son pasados, padre mío, que penaba por mi amor un caballero que se llamaba Calisto, el cual tú bien conociste. Conociste asimismo sus padres y claro linaje. Sus virtudes y bondad a todos eran manifiestas. Era tanta su pena de amor y tan poco el lugar para hablarme que descubrió su pasión a una astuta y sagaz mujer que llamaban Celestina. La cual, de su parte venida a mí, sacó mi secreto amor de mi pecho. Descubrí a ella lo que a mi querida madre encubría. Tuvo manera como ganó mi querer. Ordenó cómo su deseo y el mío hubiesen efecto. Si él mucho me amaba, no vivía engañado. Concertó el triste concierto de la dulce y desdichada ejecución de su voluntad. Vencida de su amor, dile entrada en tu casa. Quebrantó con escalas las paredes de tu huerto, quebrantó mi propósito, perdí mi virginidad. Del cual deleitoso yerro de amor gozamos cuasi un mes, y como esta pasada noche viniese, según era acostumbrado, a la vuelta de su venida, como de la fortuna mudable estuviese dispuesto y ordenado, según su desordenada costumbre, como las paredes eran altas, la noche oscura, la escala delgada, los sirvientes que traía no diestros en aquel género de servicio y él bajaba presuroso a ver un ruido que con sus criados sonaba en la calle, con el gran ímpetu que llevaba, no vio bien los pasos, puso el pie en vacío y cayó. Y de la triste caída sus más escondidos sesos quedaron repartidos por las piedras y paredes. Cortaron las hadas sus hilos, cortáronle sin confesión su vida, cortaron mi esperanza, cortaron mi gloria, cortaron mi compañía. Pues, ¿qué crueldad sería, padre mío, muriendo él despeñado, que viviese yo penada? Su muerte convida a la mía. Convídame y fuerza que sea presto, sin dilación, muéstrame que ha de ser despeñada, por seguirle en todo. No digan por mí «a muertos y a idos...» Y así contentarle he en la muerte, pues no tuve tiempo en la vida. ¡Oh mi amor y señor Calisto! Espérame, ya voy. Detente. Si me esperas, no me incuses la tardanza que hago, dando esta última cuenta a mi viejo padre, pues le debo mucho más. ¡Oh padre mío muy amado! Ruégote, si amor en esta pasada y penosa vida me has tenido, que sean juntas nuestras sepulturas, juntas nos hagan nuestras obsequias. Algunas consolatorias palabras te diría antes de mi agradable fin, colegidas y sacadas de aquellos antiguos libros que tú, por más aclarar mi ingenio, me mandabas leer; sino que ya la dañada memoria, con la gran turbación, me las ha perdido, y aun porque veo tus lágrimas malsufridas decir por tu arrugada faz. Salúdame a mi cara y amada madre. Sepa de ti largamente la triste razón por que muero. ¡Gran placer llevo de no la ver presente! Toma, padre viejo, los dones de tu vejez, que en largos días largas se sufren tristezas. Recibe las arras de tu senectud antigua, recibe allá tu amada hija. Gran dolor llevo de mí, mayor de ti, muy mayor de mi vieja madre. Dios quede contigo y con ella. A Él ofrezco mi ánima. Pon tú en cobro este cuerpo que allá baja. 




Fernando de Rojas.

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Dicen que el suicidio es la peor de las salidas y la última a la que debes optar. Que es de fracasados y de cobardes. Que siempre hay que intentar vivir ya que de todo se sale y todo tiene remedio y solución. Que no hay excusa lo suficientemente sólida para llegar hasta ello, que te lleve a tomar la decisión de acabar con tu vida, de dejar todo lo que te pertenece para no volver. Hay quien ve el suicidio como un acto egoísta y tacaño, puesto que hay quienes mueren porque Dios lo ha querido o por la mala suerte en el caso de los ateos, y que por lo tanto quitarse la vida es tentar al diablo y decepcionar a quien no quería tu muerte. Suicidarse es cortarse las alas y romper el hilo de la vida de forma voluntaria, es presentarte al infierno como alguien quien no quiso seguir viviendo a pesar de que hay personas quien aprecian su vida más que nada en el mundo...

Pero también hay quien piensa que es la única forma de poder "vivir" en paz, de calmar el dolor y erradicar el sufrimiento. Es una forma de dejar la mala vida y aparcar las preocupaciones. Hay quien lo ve como la única alternativa a su cruel existencia y quien piensa que es una forma de dejar espacio en el mundo para aquellos que merecen vivir y que aprecian la vida. Ya que, si la vida es un regalo valioso, los que no lo estiman no deben tenerlo...

El primer tipo de personas (los que rechazan el suicidio) son aquellos que tienen una familia, una casa, gente que les quiere, pareja, hijos, trabajo, dinero, amigos, felicidad, salud, suerte, habilidades, etc... Son aquellos que aprecian la vida y que tienen al menos una razón para vivir, poseen algo de la lista que acabo de mencionar. También se incluyen aquellos que han vivido la muerte en trato cercano y que por lo tanto la consideran curel e injusta. Son, por lo tanto, los que les sobra las ganas de vivir.

El segundo tipo de personas llevan una vida miserable, siempre les faltará algo básico... Son los egoístas, pesimistas y tacaños, los que no quieren seguir viviendo. Los que, como yo, no encuentran razones para existir...

Por eso aquí estoy, reflexionando sobre esto en la azotea del bloque de apartamentos donde vivo. Desde que perdí a mi familia en un accidente de coche unos días atrás y a costa de ello perdí todo mi dinero y mi trabajo, lo he intentado todo, TODO, para ser feliz. Me he refugiado en mi pareja, he intentado distraerme con cualquier cosa, incluso he ido a un psicólogo. Pero no hay nada que me quite el odio que siento hacia la vida, la repugnancia que me da y la esperanza que me inspira la muerte, con sus alas negras, mirándome y diciéndome: ven... tu familia está aquí.
No puedo ser feliz, no puedo, estoy muy muy muy cansada de todo. Y por una parte me da mucha pena dejar a mi novio así pero por otra le daré la libertad de rehacer su vida y poder vivir con alguien que le haga feliz, y no tener como novia a una depresiva que no para de lamentarse y de llorar.
Sé que soy muy cobarde, si, pero os juro que no encuentro otra alternativa, lo he reflexionado mucho y mirar al vacío desde estos dieciocho pisos de altura es la única puerta que veo en esta oscura habitación.

Doy un paso adelante, flexiono las rodillas y salto al borde del edificio, un salto más y estaré viviendo una caída libre, como en un parque de atracciones, pero sin sujeción y con un final mortal. Las lágrimas no me dejan ver y el viento azota mi pelo nublándome aún más la visión. Aunque me da igual, conozco muy bien el camino, solo tengo que andar medio metro escaso hacia el frente...

Estoy a punto de hacerlo, no hay vuelta atrás, no, no la hay o si...
- ¡Clara NO!!!
Su voz, su preciosa voz, por un momento sus ojos grises inundan mi mente. De nuevo ese sentimiento de abandonarlo, no, no debo. Pero ya he reflexionado sobre eso... ¡¿Qué coño hace aquí entorpeciéndome?!
- Clara por favor, no lo hagas, yo te ayudo a salir de esto. Por favor... no soportaría perderte, te quiero y sé qué en el fondo tienes que encontrar una 'excusa' para quedarte. Por favor... ¡Oh, Dioss! ¿Por qué te dejaría sola un minuto? Pensé que había bloqueado la puerta...
Entonces un montón de nuevas imágenes aparecen ante mis ojos. Nuestro primer beso, nuestra primera vez, caricias, besos... Me doy cuenta de que él es el protagonista de los únicos recuerdos felices que tengo y me maldigo 1000 veces a mí misma por refugiarme en lo negativo y no darme cuenta de que lo que único que me importa, lo que me puede hacer feliz y lo que me ata a la vida... es él. El amor, mi novio. Me ha echo falta rozar la muerte con los labios para darme cuenta de ello...

Empiezo a girarme poco a poco, solo quiero correr y refugiarme en sus brazos. Me giro del todo. Estoy de espaldas al vacío. Veo que él está llorando, de verdad me quiere y me siento como si me hubiera quitado una venda y la ceguera hubiera desparecido. Solo tengo que baja de este borde y estaré con él...

Doy un paso, el viento es muy fuerte y yo llevo un camisón que me llega hasta el suelo, avanzo un poco más pero el vestido se me encaja en los pies y tropiezo, caigo de espaldas... la oscuridad me inunda.

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    Caminaba por el parque, sin rumbo fijo, contemplando a los alegres niños que jugaban en la hierba y a los señores que conversaban en los bancos viendo la vida pasar. Llevaba los cascos del ipod puestos y la música a tope pero las voces de mis pensamientos sofocaban las melodías hasta convertirlas en susurros lejanos...

    Caminando entre un montón de gente, recorría con la mirada los rostros de mis compañeros de instituto buscando a cierta persona. Después de un rato la localicé cerca de la verja del patio, rodeada de sus amigas y riéndose de un grupo de chicos que se peleaban. Vanessa se encontraba de espaldas a mí, su cabello rubio resplandecía bajo la luz del sol de mediodía y mis manos empezaron a temblar mientras me acercaba a ella. A pesar de que llevábamos bastante tiempo siendo compañeros de pupitre me ponía nervioso cada vez que me dirigía a ella. Y esta vez no fue menos, cuando llegué a su lado mi corazón amenazaba con salirse del pecho y pude notar los ojos de todas sus amigas clavados en mi mientras pronunciaba las palabras atropelladamente.
- Van- ella se giró para mirarme con sus ojos grises- ¿podemos hablar un momento?
- Pues claro- me dijo con una sonrisa- ¿qué quieres?.
- Me refiero a que si podemos hablar... a solas.
- Oh, de acuerdo...
Un revuelo de susurros y murmullos se elevó entre el grupo de pijas mientras nos alejábamos de la multitud. Pude percibir alguna risa de burla pero mi cerebro solo podía pensar en las palabras que iba a escoger en cuanto llegara el momento. Y ese momento llegó. Atravesamos la calle hasta llegar a un parque y nos sentamos en un banco. Ella estaba más guapa que nunca y me miraba con expectación.
- ¿Y bien?- dijo intentando disimular los nervios, era evidente que intuía lo que la tenía que decir.
- Verás... - no sabía por dónde empezar- hace tiempo que llevo queriendo decirte algo, me... preguntaba si alguna vez... tu y yo... - me estaba poniendo colorado y no tuve más remedio que dejarme llevar por la emoción- ¡me gustas! Me gustas mucho, y no puedo seguir más tiempo así, necesitaba decírtelo...- no pude continuar, ella me puso un dedo en los labios.
- Nick... yo te quiero mucho. Eres un gran amigo pero... lo nuestro no funcionaría. Lo siento, y sobretodo siento haberte hecho creer que podría haber algo...

    Una lágrima resbaló por mi mejilla, aquel había sido uno de los mejores momentos de mi vida y en parte me arrepentía de haberme decidido a hacerlo, ¿cómo pude ser tan iluso y pensar que ella se podría interesar en mí? Ella, tan popular y hermosa, el centro de todos los chicos y a la que todas envidiaban, yo no era más que un pringado, mis amigos se podían contar con la palma de la mano... Y además ¡Si ni siquiera somos amigos! Bueno éramos, seguramente después de esto no me vuelva a hablar, se cambiará de sitio y...

    Un grupo de chicas pasó por delante de mí, caminando había llegado a aquel banco sin darme cuenta, no pude reprimir ahogar otro llanto, de pronto pude escuchar un conjunto de cuchicheos y risillas. Alcé la vista para observar a las 2 mejores amigas de Vanesa señalándome y riéndose, se creían que yo no me daba cuenta... ¡Tierra trágame!
- Pobrecillo, ¿qué le hizo pensar que Vane saldría con él?- dijo una de ellas con voz burlona.
- No se da cuenta de que ella es demasiado buena para él...- respondió la otra. Y juntas se alejaron caminando volviéndose de vez en cuando para echarme miradas acusadoras.

    Me senté en el banco con el alma a lo pies, tenían razón, era ella demasiado buena para mí y nunca saldría conmigo, ella tenía que salir con algún chico guapo y con más músculo que cerebro, deportista y popular como ella. No una rata de biblioteca cuya asignatura favorita eran las mates y detestaba la educación física... Además sus amigas se reían de mí y eso no era bueno para su reputación...

    Apagué el ipod y me puse de cara al cielo para contemplar las nubes, hacía un día precioso y me daba rabia que mi estado de ánimo fuera todo lo contrario...

    De pronto vi una figura acercándose a mí, calzaba unas converse negras y unos pantalones vaqueros, llevaba una sudadera gris cuya capucha cubría casi la totalidad de su rostro.

- Hola Nicolas...- dijo aquella voz que conocía tan bien.
No pude responder, no tenía ganas de hablar con ella.
- Verás, ahora soy yo quien te quiere pedir que hablemos.
<<Pues no se de qué, ya me lo dejaste todo claro>>
- Es... sobre lo de ayer- continuó al ver que no hacía ademán de contestar- te mentí. Bueno... no te dije toda la verdad.
Se me aceleró el corazón. Mi giré y nuestros ojos se encontraron. Por la capucha asomaba parte de su cabello rubio que se acariciaba con los dedos.
- La verdad es que... tú también me gustas, mucho. Peor no te mentí al decirte que no puede haber algo entre nosotros...
- Déjame adivinar- dije alzando la voz cada vez más- te avergüenzas de mí. Tus amigas se ríen de mí. ¿Por eso te has vestido así no? Para que no te reconozcan, eres patética, y pensar que me enamoré de ti...
Me levanté, estaba furioso. Quería irme, acabar de una vez con esto.
- Nick ¡espera! No me avergüenzo de ti ni mucho menos...
- ¿Entonces porqué no podemos estar juntos?- dije gritando.
- Es que... -la chica no encontraba excusa, los dos sabíamos que yo tenía razón- está bien, no hay nada que nos impida estar juntos. A la porra con lo demás- se bajó la capucha y me cogió de las manos- Nicolas, te quiero y creo que eres más guapo que cualquier chico del instituto, necesito que me perdones y que salgas conmigo, me he dado cuenta de lo importante que eres para mí.
No podía dar crédito a lo que oía, no sabía que responder, lo lógico hubiera sido mandarla a la mierda, pero... ¿y si de verdad estaba arrepentida? Mi madre siempre dice que las personas cambian y yo necesitaba darle una oportunidad porque... también la amaba.
- Entonces... ¿estamos juntos?- dije sin aliento.
- Solo si tu quieres, y espero que me digas que si, te quiero demasiado.

    Tenía un nudo en la garganta. Caminamos en silencio un rato y después ella se paró en seco. Delante de nosotros venían caminando las dos amigas. Vanesa pareció dudar un segundo pero entonces me cogió de la mano. Las pijas se quedaron petrificadas, como sin poder creerse lo que veían. Vanesa las ignoró y me rodeó con su brazos. Cuando nuestros labios se rozaron me sentí el chico más afortunado del mundo.
- Sabes... - dijo cuando nos separamos- después de esto no me volverán a hablar, pero me da igual, me tienen envidia.
- Y eso porqué- quise saber sonriendo.
- Pues porque... ellas nunca van a tener un novio tan maravilloso como el mío.

    Y nuestros labios se volvieron a juntar, esta vez con más intensidad. En dos días había vivido el peor y el mejor momento de mi vida...
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Ayer, di un paseo en la lluvia
Las gotitas refrescantes salpicado en mis mejillas
Caminé
Y caminé y caminé
Sin saber a dónde iba

Los árboles se balanceaban como un manantial frío
Acaricié suavemente sus ramas
Un conejo blanco lindo correteaba
A través de un campo abierto

Se detuvo delante de mí en un
Parche de esmeralda
Tenía una mirada burlona en su carita peluda
Movió las orejas

Onduladas, con la nariz
Y se rascó la barba, como
Un anciano
Me eché a reír

Corrió en la distancia
Luciendo como una perla en un parche de algas marinas
Las gotitas refrescantes salpicado
En mis mejillas

Caminé
Y caminé y caminé
Sin saber a dónde iba
Vi a una familia de patos en un lago
Me detuve a mirar
Pato mamá primero

Y todos los patitos poco de deslizamiento
Detrás de ella, en una única fila
Estaban bailando con la música
De la lluvia golpeando sobre el agua

Y entonces yo era mi reflexión
El espejo de las aguas del lago
Y entonces por un momento .....
Yo era el único ser vivo en todo

Las gotitas refrescantes salpicado
En mis mejillas, me volví
Y caminé y caminé 

Sabía a dónde iba.

Stefani Germanotta.

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Es solo la primera estrofa y el estribillo. Cuando me la aprenda entera la volveré a grabar. Espero que os guste.

La verdad es que mi profesora de piano me dio a elegir entre varias piezas y yo decidí esta porque me recuerda a esa persona tan especial♥ ...
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    Ultimamente mi estado de ánimo ha cambiado radicalmente. Ya no puedo simular sonrisas, ya no puedo intentar crear felicidad en mi mente, se me han agotado las fuerzas. Es como si la coraza que me había creado se haya destruído, y ahora me es imposible volverla a alzar. He perdido la batalla.

    ¿El motivo? La verdad no lo sé. Tal vez haya sido el dejar a mis emociones llegar demasiado hondo, nunca es bueno dejarlas en libertad, cuanto más las contengas mejor. El caso es que estoy volviendo otra vez a replantearme qué hago aquí. Estoy volviendo a cansarme de todo. Aunque esta vez con más intensidad, y veo que no llega el momento en el que se me pase. Simplemente me aburro de mí. De mi vida, de mi rutina. ¡Lo odio! Y lo odio con una intensidad que duele.

    No puedo parar de pensar en que todo podría ser mucho mejor. Estoy siendo muy egoísta si, pero ahora no puedo distinguir entre el bien y el mal, simplemente estoy sufriendo una enfermedad llamada depresión, y tengo muchos motivos para tenerla, no como la gente que se deprime sin razón. Pero mis motivos no los quiero decir, eso prefiero guardármelo.

   Lo único que voy a compartir es un sentimiento que está ahí todo el tiempo, que también me hace estar triste, pero es otro tipo de amargura, una "dulce" por así decirlo. Diréis, ¿amargura "dulce"? Puta antítesis... pues sí. Se llama echar de menos.

    Echo mucho de menos a cierta persona, pero en el fondo me "gusta" tener ese sentimiento, porque también implica el estar enamorado y eso es muy bonito. Pensar en ella es una de las pocas cosas que me hacen sonreir en estos momentos, hablar con ella es lo único que me hace evadirme de la realidad. Y, aunque no pueda dejar de entristecerme debido a la distancia, el saber que ella me quiere igual que yo a ella me es suficiente para seguir adelante. Y se que en algún momento esto se pasará, seguramente sea la edad. Y mi vida adquidirá un sentido, y espero... que sea a su lado.

Simplemente, gracias por estar ahí.
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    - ¡Sarah! Ven pronto o te perderás las campanadas ¿Sarah?.
Pero Sarah no contestaba. James se levantó y fue a buscarla al baño, donde se suponía que estaba. Llamó con varios golpes fuertes.
- Sarah... ¿estás ahí?

    Apoyó la oreja a la puerta y no oyó nada. Empezó a temer por el estado de su mujer. Siguió golpeando, sin respuesta. Registró el resto de las habitaciones y ni rastro de ella. Miró el reloj, faltaban 20 minutos escasos para las 00:00. Volvió a gritar una vez más el nombre de la chica y después salió al porche.

   Vivían en un chalet a las afueras de la ciudad, en una pequeña urbanización recién construida. Las calles estaban vacías, todo el mundo se encontraba en sus casas dispuestos a dar la bienvenida al año nuevo.
James bordeó la casa hasta pararse enfrente de la ventana del cuarto de baño. Estaba abierta y el chico imaginó a su mujer saliendo por allí y descendiendo por el canalón de la fachada hasta aterrizar en el suelo. ¡Se había escapado! Pero... ¿con quién?.

    Entonces recordó que acababa de instalar hacía un par de días un sistema de cámaras de seguridad en su jardín. Corrió dentro de la casa y encendió el ordenador, le llevó menos de 3 minutos localizar la grabación y pudo contemplar a Sarah andando por el jardín y atravesando una verja trasera, aquella que daba al patio... del vecino. Aquel atractivo hombre soltero. ¿Cómo no pudo habérselo imaginado antes? ¿Cuánto tiempo llevarían viéndose? James se sentía miserable. Caminó despacio hasta tumbarse en el salón y empezar a beber, se acabó una botella de champagne en menos de 10 minutos. Su mujer le había abandonado por el vecino, el 31 de diciembre, justo 2 años después de que se conocieran, justo dos años después de que se dieran el primer beso. En la tele ya se veían los preparativos de las 12 campanadas, faltaban 9 minutos. Pero el chico no quería seguir viviendo, no quería empezar el nuevo año, su corazón se había roto en 1000 pedazos. No le apetecía pensar en nada, no quería investigar la infidelidad de su mujer, solo quería dormir por un tiempo, quizás dormir para siempre, dejar de respirar. 

   Se levantó y fue a buscar el arma que escondía en su despacho, era la primera vez que pensaba en el suicidio y cuando tuvo la pistola en sus manos se dio cuenta de que no era la mejor solución. No merecía la pena que todo acabase por culpa de una mujer. Decidió dar un giro de 180º a la situación...

Salió de la casa con el arma aún en su poder. Saltó la verja al patio de vecino y con sigilo abrió la puerta trasera de aquella casa idéntica a la suya. La tele estaba puesta y se oían gritos y risas en el salón. Caminó despacio hasta asomarse y entonces su tesis fue confirmada. Su mujer yacía en el sofá, abrazada a aquel hombre. Conversaban felizmente mientras esperaban a la hora de tomarse las uvas, faltaban 6 minutos.

James agudizó el oído para poder percibir por encima de la ruidosa tele lo que decían aquellos dos traidores de mierda.
- ¿Crees que tu marido habrá descubierto ya que no estás en casa?-
- Bah... no creo. El pobrecillo pensará que sigo en el baño. No me ha llamado...
La ira le empezó a invadir por dentro a James.
- En ese caso, se llevará una gran desilusión.- dijo el vecino con voz burlona.
- Me inventaré cualquier escusa. Quería pasar esta noche tan especial contigo.
La rabia estalló en su interior en aquel momento, vio sus labios aproximarse y pero justo cuando iban a besarse irrumpió en la habitación.
- ¡James!- gritó Sarah- ¿qué haces aquí?
- ¡Calla!- replicó ciego de ira.- maldita furcia... - añadió apuntándola con el arma.
- ¡Baja el arma ahora mismo y sal de mi casa, gilipollas!- chilló el vecino, que también se había incorporado.
Los efecto del alcohol habían echo su aparición en el marido y la cabeza le daba vueltas.
- ¡Baja el arma!- repitió el vecino. Se fue aproximando poco a poco hacia él.
James dejó de apuntar a su cabeza de la mujer para apuntar a la del otro hombre.
- ¡No te acerques! ¡No te acerques o te reviento la cabeza!
A pesar de las amenazas el hombre siguió avanzando poco a poco. De nuevo la ira inundaba a James quien no pudo aguantar más y apretó el gatillo. Un gran estruendo retumbó por la habitación y las paredes se salpicaron de sangre. El vecino cayó muerto al suelo con la cabeza reventada, la bala le había impactado en un ojo y había salido por la coronilla.
La mujer empezó a gritar y a llorar.
- ¡James! Oh, ¡pero qué has hecho!- estaba alteradísima y no paraba de temblar.
El hombre en cambio por una vez estaba tranquilo. Pronunció las palabras lentamente:
- Eres. Una. Puta. Yo te quería...
La mujer no pudo replicar, una bala impactó contra su abdomen. Cayó al lado del vecino, pero aún respiraba. No estaba muerta del todo.
James bordeó el sofá hasta colocarse junto a ellos, se arrodilló delante del rostro de su mujer quién jadeaba de dolor y respiraba dificultosamente, se estaba desangrando. El hombre acercó sus labios a su oreja para que pudiera escucharle con claridad.
- Casi hubiera preferido que me hubieras dicho la verdad. Me has hecho mucho daño Sarah, y has pagado por ello. ¿No querías pasar la noche con tu amado idiota?- dijo con burla y recalcando las últimas palabras- verás, no te puedo negar que no te haya amado, que si que lo he hecho, con todas mis fuerzas, pero ahora me he dado cuenta de que solo eres una, ¡furcia!- y acto seguido la golpeó con el arma en la cabeza. Ella perdió el conocimiento, apenas la quedaban unos segundos de vida, perdía mucha sangre.
El hombre aproximó sus labios a los de la mujer y la besó con aparente dulzura.
- Adiós- se despidió- las puertas del infierno te esperan.
La mujer dejó de temblar y revolverse, estaba definitivamente muerta.

    James suspiró y cogió un tarro de uvas. Faltaba un minuto escaso para las campanadas y se acomodó en el sofá. Un hombre que celebraba solo la noche-vieja en una casa contigua había advertido los disparos y había llamado a la policía. James intuía que algo así pasaría pero ahora no quería pensar en eso.
Escuchó los cuartos y se preparó para comer la primera uva.
12, 11, 10, 9, 8, 7, 6, 5, 4, 3, 2, 1... El hombre sonrió, giró la cabeza hacia los cuerpos desangrados y emitió una carcajada.
- Feliz año a los 2- dijo mientras brindaba con una copa de champagne. La policía no tardaría en llegar.


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